Sobre la muerte
- Jose Luis Tejeda
- 21 ene 2023
- 6 Min. de lectura
Análisis fenomenológico
Este ha sido por siglos un tema por demás controversial además de profundo interés general.
La muerte como aquel acto por el cual dejamos de vivir y al que todos los seres humanos vamos a llegar y es sabido por todos, no es esto lo que interesa.
La muerte es y ha sido motivo de análisis, teorías, pensamiento, planteamientos religiosos, etc., en cuanto al significado que tiene para los seres humanos.
La muerte como punto final, como hecho que deja inerte a un ser humano, sea por la casusa que sea, no tiene duda, es evidente para todo el mundo, sin embargo la muerte marca el final de una etapa, ya sea de manera definitiva o transitoria, según se le conciba; pero lo primero a lo que apunta la muerte es a la condición de finitud de los seres humanos, es decir, que si no fuéramos finitos la muerte no existiría, así que la finitud nos conduce a la muerte de modo irreversible.
Por tanto la muerte tiene que ver con el significado que le demos a la vida y a como la concibamos; es decir, si concibo la muerte como el punto final de la vida, la vida tiene su inicio en el nacimiento, y su final en la muerte y la vida por tanto es el transcurrir existencial entre el nacimiento y la muerte, en el que aunque la vida se tiene toda como la propia existencia , el tiempo existencial del siendo se agota cada día y cobra especial importancia cuando se enfrenta al final que es la muerte, sin importar la edad , sino en cuanto que hay condiciones que ponen en alto riesgo la permanencia de esta; sin este condicionante la conciencia de la finitud de la vida y su constante cercanía a la muerte es eclipsado, y el ser humano se concibe como inmortal y se desenvuelve entre los bienes como si estos fueran a ser una finalidad eterna y permanente.
En esta concepción que incluye a los seres amados y cercanos la vida cobra peso en cuanto más bienes (materiales, y humanos), se tengan y estos bienes en la concepción del yo ante la finitud existencial trabajan como anclas de permanencia en el tiempo, que frenan del fluir de la vida en el tiempo y le dan una aparente permanencia en la vida y la existencia.
Sin embargo el yo ante la inexorable presencia frente a la finitud ante la posibilidad de la muerte, hace que todos aquellos bienes que le daban contenido y peso a su vida en su aparente permanencia, se vuelcan hacia la nada, manifestando su realidad finita, dejándose ver en su más crudo sentido existencial, y desnudando al ser humano, quien se mira despojado de todo lo que lo cubría y quedando su yo sólo frente a su finitud ante una vida , que es movimiento continuo entre el nacimiento y la muerte, sobre una vida que no se detiene en su fluir continuo hacia la muerte, y la sensación de aparente eternidad e infinitud se desploma y trastoca en su sentido más profundo.
Es aquí donde el ser humano se vuelve hacia su yo, que es lo único que cree que le pertenece pero sobre lo que tampoco tiene control y lo sabe, porque este quedará anulado con el paro existencial, y entonces o se desploma ante la inevitable finitud que produce la muerte en un camino de angustia hacia la nada ante la cual no hay alternativa, o busca dentro del yo la espiritualidad que le da trascendencia a la vida más allá de la muerte, en donde la muerte no es más que un paso triste, duro y doloroso hacia una continuidad existencial que se propone como mejor, transformando la angustia en esperanza de que todo será mejor después de este paso doloroso, inevitable pero último porque al final seguiré existiendo.
Esta condición de conservación de la vida después de la muerte, tiene que asentarse en algo que sea capaz de sustentarla, y es la existencia de un Dios eterno, misericordioso, bueno y que además tiene un plan para mí, el cual me será revelado cuando resucite.
Ahora sentiré el dolor de perder lo amado pero quedará compensado con la esperanza de ser eterno.
De este modo a medida que el ser humano se acerca a estos momentos finales el encuentro personal e individual entre Dios y el yo a través de la espiritualidad humana se miran y desenvuelven mostrándose el uno con el otro en una relación íntima e insustituible en donde se reconocen como creatura y creador, dos seres eternos con un destino común basado en el amor eterno.
Dios te toma como creatura y vives más allá de la muerte donde esta no es el final, y el humano se aferra a Dios como su único verdadero sostén, y así la espiritualidad es el nexo del amor entre Dios y la creatura.
Así el hombre no queda atrapado en la angustia del fin de la vida y la caída en la nada.
Análisis ontológico
Procuraremos explicarlo de manera lo más simple posible.
El ser humano está integrado por el cuerpo (materia) el alma (principio de vida) y el espíritu (principio de eternidad).
Imaginemos un celular, el cuerpo es la parte material del celular, el alma es la pila y el cargador y el espíritu es el número.
Cuando esta nuevo el aparato funciona bien todo, sin embargo existe lo que se llama el agotamiento del material, así que por el uso y el tiempo el aparato se va deteriorando hasta que deja de funcionar o funciona inadecuadamente; por otro lado al principio la pila está completa y se recarga, que es lo que sucede con la alimentación, se recarga y se consume en movimiento, sin embargo llega un punto en que la batería ya no carga, la pila ya no funciona, está agotada. Entonces llego el momento de cambiar el aparato por uno nuevo y este viene con su pila y cargador, sin embargo el numero permanece.
Pues así es la vida humana, la materia se agota, la vida se desgasta en movimiento y cuando esto sucede sobreviene lo que concebimos como la muerte, pero no es más que un cambio de materia y reintegración vital permaneciendo el espíritu que nos hace eternos, es decir imposibilidad de pérdida de presente.
Por tanto la muerte no es más que un cambio de la materia y reintegración vital para seguir existiendo solo que cambiamos de lugar, pero con materia y alma nueva, funcionando perfectamente.
Análisis teológico.
Procuraremos dar una respuesta lo más simple posible.
En este punto la fe juega un papel definitivo, porque si bien la existencia de Dios es demostrable, el que el ser humano cuando muere resucite y vaya al paraíso o también puede irse al infierno, es de fe.
Partamos del supuesto que cuando resucitemos nos iremos al paraíso.
¿Qué es el paraíso? En esencia es gozar de la presencia de Dios, bien del cual no hay ninguno superior, sin embargo para llegar a él requerimos despojarnos de todo, y esto es lo que duele, porque de Dios no tenemos experiencia y de todo lo demás sí, por tanto despojarse de todo, y cuando se dice todo es todo, porque no puedes morir y llevarte nada, y esto es evidente, así que aunque tengamos la convicción del paraíso y de Dios como supremo bien, nos duele desprendernos de los bienes tanto materiales como de los seres queridos, y si en nuestro manos estuviera desearíamos estar en el paraíso con nuestros seres queridos.
Por tanto, es comprensible que nos duela ante la presencia de la muerte separarnos de nuestros seres queridos, y esto no disminuye la fe de saber que iremos al paraíso con Dios, y no es que no queramos ir a Dios.
Entonces ante lo inevitable de la pérdida de los seres queridos, ante la muerte ámalos lo más que puedas cada día, hazlo sentir, exprésalo, gózalos, disfrútalos porque la muerte en su tiempo te va a poner un fin, hazles sentir que si bien el amor a Dios es grande, el amor a ellos también lo es y entonces vive con alegría cada día porque los puedes amar con todo tu corazón, sin tristezas ni llantos, levántate cada día dando gracias de que aún los puedes amar, buscando hacerlos felices porque el tenerlos te hace feliz, que si bien aunque tu padecimiento fuera doloroso se va a reducir mucho si tu vida la llenas de amor, mientras más de amor te llenes más de las cosas te desprendes.
No piense en a dónde vas a ir, piensa en donde estas y con quienes estas, hoy y ahora y diles cuanto los amas y cuanto disfrutas su presencia y cuan feliz te hacen.
Lo importante es ser feliz cada día.
A Dios ya lo verás a su tiempo, hoy estas aquí, para amar a los que están aquí.
José Luis Tejeda
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